¡Jesús Crucificado!
Llego a tus plantas humildemente
y al mirar tu sagrada imagen,
mi pobre corazón se llena de consuelo
y recobra aliento
en medio de las íntimas amarguras de mi vida.
Jesús, tienes los pies clavados
para aguardarme siempre;
los brazos extendidos,
para recibirme cuando llegue mi hora,
la cabeza inclinada para mirarme
y darme el beso de redención
sin hacer evocación de mi fragilidad;
el corazón abierto para derramar en el mío,
humano y lleno de inmensos sufrimientos,
las gracias y favores que necesito,
para ayudarme en esta grave necesidad:
para ayudarme en esta grave necesidad: