¡Santísimo Padre Nuestro!,
creador, redentor, consolador y salvador nuestro!
Que estás en los cielos:
en los ángeles y en los santos;
iluminándolos para conocer,
porque tú, Señor, eres la luz;
inflamándolos para amar,
porque tú, Señor, eres el amor;
habitando en ellos y colmándolos para gozar,
porque tú, Señor, eres el bien sumo,
eterno, de quien todo bien procede,
sin quien no hay bien alguno.