¡Oh Santísima y
dulcísima Virgen María,
Madre de Dios,
hija del Sumo Rey
y Señora de los Ángeles,
Madre del Creador
de todos,
Reina de las
misericordias,
inmenso abismo de
piedad!
Tú recibes bajo tu
protección y amparo
a todos los que
afligidos te invocan,
como los refieren
las historias
y pregonan los que
en todos los tiempos
han implorado tu
patrocinio
visitando
devotamente tus templos,
y especialmente el
santuario de la imagen de Regla,
en que parece has
querido ostentar más
tu poder y caridad,
pues en este
templo, y por ésta, tu imagen,
todos hallan su
remedio y consuelo.