¡Oh milagroso San
Hilarión!,
que por el gran
poder que teníais,
durante vuestra
vida mortal,
en resolver recta
y extraordinariamente
los más
irrealizables hechos,
Jesucristo os
constituyó
"Abogado en
las cosas difíciles",
y por las palabras
de consuelo
y el sin número de
milagros que hicisteis
en favor de los
tristes,
de los desesperados, de los perseguidos,
de los endeudados, de los mas necesitados
y de los que
sufren carencias,
Jesucristo os
constituyó también
en "Protector
de los afligidos y atribulados",
venid en mi ayuda,
secad las
ardientes lágrimas de mis ojos,
fatigados de tanto
llorar,
a causa de tantas
penas y tribulaciones
como agobian mi
alma.