Bendita santa Ana,
bienaventurado san Joaquín,
gloriosísimos padres de María Santísima,
amados abogados míos:
me alegro con vosotros de aquel
consuelo que tuvisteis
cuando, después de muchos ruegos y
oraciones,
os avisó el Ángel
que habíais de
tener una hija tan santa,
una hija destinada al mayor privilegio,
ser Madre de Jesús, el Redentor.